sábado, 14 de junio de 2014

RECUERDOS DE LUCHITA D.E.P.

OLULA del RÍO
RECUERDOS DE LUCHITA  D.E. P.
(Hija del Maestro de Huitar)

Terminó la Guerra. Fuimos los perdedores. El Maestro (mi padre), a la cárcel. La cárcel curiosamente era la casa que mi madre había heredado de la suya. Mi padre estaba preso en su propia casa. Le sacaron de la cama con 40º de fiebre; le pasearon descalzo por el pueblo. Escolta doble: unos adolescentes ¡Dios mío! casi dos niños jugando a héroes disfrazados de falangistas le custodiaban. Después para más seguridad, le llevaron a la cárcel de Purchena. Y a Purchena íbamos diariamente a llevarle la comida la “maestra” (mi madre) y Encarnación la de Huitar, tan ágil, tan enjuta, tan trabajadora, tan fiel y tan valiente como sigue ahora. Y otra vez montada en la burra seis kilómetros arriba y seis para abajo. Era para mí más largo que hacer un viaje a la Luna.
En Purchena estábamos recomendados a Ramón el jefe de Falange. Nos habían recomendado entre otros Antonio Peña Tapia, Don Amador Martínez Valdés, Don Guillermo Requena González, Don Clemente García Ros, Don Juan Tapia, el cura, que estuvo escondido en nuestra casa durante la Guerra y Don Arturo Herrero, el médico, que sin reparo alguno se iba a la puerta de la cárcel de Purchena y hablaba a gritos de la honradez del hombre que tenían encerrado. El preso se reconfortaba desde su reja.
Ramón, el carcelero, era un hombre de aspecto noble; tremendamente amable con los niños. De cara agradable; tocado de cierta prestancia favorecida por aquel uniforme azul y el correaje impecable con el que le ví siempre. Su casa, grande, o al menos a mí me lo parecía. Las chocolatinas que siempre me guardaba. Las rejas de la cárcel donde invariablemente “el maestro” esperaba. Estas situaciones no dejaron en mí resentimientos ni odios, al contrario, son recuerdos de ternura y deseos de superación y ayuda para quiénes fueran más débiles que yo y poder dar chocolatinas como hacía Ramón.
El 4 de octubre de 1.940 era el santo del “maestro”. Esperaba como siempre en su reja. Corrí como una loca para darle un paquete de tabaco que le llevábamos como extra por su santo. Un Guardia me impidió el paso tirándome al suelo de un empujón. Le di tal mordisco en la pierna que me dejó vía libre sin más protesta que su dolor. Mi padre no aprobó mi actitud, es más, creo que la lamentó profundamente.
Juan Sánchez 2.014

1 comentario:

  1. Una bonita historia que recuerdo habersela escuchado y leido muchas veces a mi madre. Muchas gracías por haber tenido la delicadeza de transcribirla en su interesante blog. Fernando Navarro, hijo de Luchita, nieto del "Maestro de Huitar".

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