OLULA DEL RÍO
“Descubrimientos de tesoros en la Comarca”
JUAN GRIMA CERVANTES Autor.
Uno de los mitos orales que muchas veces hemos oído contar de nuestros mayores es el referido a los tesoros que dejaron escondidos los musulmanes (moros o moriscos) al ser expulsados de estas tierras entre los años 1.488 y 1.570. “El oro del moro” muchas veces ha sido incorporado a la literatura como un motivo fortuito de buena suerte, pasándose por esta causa muchas veces de la miseria a la opulencia.
Con cierta frecuencia nos han contado cómo la riqueza de tal familia procede de un abuelo que encontró labrando “un puchero u olla llena de monedas de oro”. En Turre (pueblo del autor), se cuenta como un cerdo que estaba atado a un algarrobo en el paraje de la Puerta Azul desenterró hociqueando uno de estos tesoros; asimismo se dice que un abuelo del tío Bartolo Vizcaíno encontró otro tesoro en el paraje de Mófar y así pudo comprar una importante finca en Sierra Cabrera.
Y el mito no sólo se extiende por el Levante, sino por tierras del Almanzora. Cuando estuve de profesor en Macael me hablaron del tesoro encontrado por D. Federico López Berruezo en el mismo pueblo en un bancal de su propiedad. En Laroya me contaron que los Silverios (saga familiar), a principios del siglo XX un cerdo de su propiedad atado en el corral de la casa desenterró un buen tesoro que invirtieron en comprar muchos pagos y cortijos en este pueblecillo serrano.
Olula del Río también fue afortunada con esta lotería pues cuentan que el abuelo de los Gary encontró en Huitar una gran tinaja con infinidad de monedas. Asimismo, otro tesoro compuesto por miles de dirhemes de plata de la época califal, fue descubierto en la Rambla de las Mercedes de Oria, por un señor apodado “el Chato”.
La mayor parte de estos hallazgos son sólo una pequeña parte de los muchos que se han encontrado, ya que, sobre gran cantidad de ellos, interesadamente, el silencio ha sido absoluto. La razón, casi siempre, el temor a perderlo frente al Estado o frente a los poderosos de todas las épocas, que se aprovechaban de la situación de dominio que tenían sobre los humildes, que eran casi siempre los que descubrían los tesoros mientras trabajaban en tierras de propiedad ajena.
La quimera de los tesoros ha sido desde tiempos de la “repoblación cristiana” de la provincia de Almería en el último tercio del siglo XVI uno de los motivos para la destrucción del patrimonio arquitectónico. Pastores que, al tiempo que pactaban con sus rebaños, pasaban el día demoliendo muros, haciendo rodar las piedras de los viejos castillos hasta el fondo de los barrancos con la esperanza puesta en hallar un ocultamiento de oro.
En Purchena conocí a un hombre mayor que me decía que él y otros amigos de su edad habían tirado y demolido poco a poco durante años, varios torreones de la alcazaba árabe de esta población con el señuelo de tener la suerte de tropezar con algún tesoro.
Hay que señalar que en la antigüedad no existía el dinero de papel (billetes), sino que las grandes fortunas se atesoraban generalmente con objetos hechos con metales y piedras preciosas (joyas), y más particularmente con monedas de oro y plata. Precisar además, que no existían los bancos y que, por tanto, el dinero se ocultaba en vasijas de cerámica bajo tierra, ya fuese en la propia casa o en cualquier otro lugar.
Recuerdo como conocí en un pueblo del Almanzora a un señor que tenía una magnífica colección de monedas antiguas (Olula?), y le dije que si me las podía mostrar; me contestó que le avisara con varios días de antelación porque la colección estaba en una caja metálica enterrada en algún bancal de su propiedad y tenía que tener la oportunidad de sacarla.
Os lo cuenta Juan Sánchez 2014
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