Recopilación de datos: Juan Sánchez.
Aclaración: Para escribir esta página negra de nuestra
reciente historia he estado varias horas en la biblioteca Villaespesa de
nuestra Capital. Hace referencia a un
crimen de postguerra acaecido en la sierra de Laroya, (Cortijo del Cerrajero).
Olula del Río también formó parte de este triste suceso. Como el autor
(Rafael Cid Ruiz, natural de Tahal)
localiza este paraje en su pueblo, yo,
nacido y criado en Laroya, se que pertenece a mi término municipal.
Buscado en Google dice:
“Cortijo del
Cerrajero”: El cortijo con el nombre de Cerrajero constituye un cortijo en el
municipio de Laroya de la provincia de Almería, España, con su área
circunscrita en el código postal 04868, a una altura sobre el nivel del mar
calculada en unos 900 metros, comprende
un total de dos tramos, uno con numeración impar y uno con numeración par, con
su área dentro de la única sección censal con número uno, dicta unos 7 u 8 Km.
del centro geográfico del pueblo de Laroya en la zona centro.
Por tanto, Rafael
Cid Ruiz o está equivocado o quiere atribuir a su pueblo un hecho histórico que
acaeció en otro. Pienso que fue lo primero.
S U C E S O:
Juan Martínez
Duarte, “el Chato”, como se le conocía en la sierra, fue asesinado salvajemente
por las tropas franquistas en la Sierra de Los Filabres.
Estaba casado con María Rubio Guerrero. Tenían ocho hijos,
normal en aquella época, porque hacían falta para trabajar en el campo y poder
sacar así las casas adelante.
Los hijos eran: Antonio, Luis, Juan, Ramón, Matilde, María,
Carmen e Isabel Martínez Rubio. Vivían en calidad de aparceros en el cortijo
del Cerrajero.
El día 30 de marzo
de 1.939, las personas de derechas de la sierra bajaron a la estación de Fines-
Olula del Río para dar la bienvenida a las tropas rebeldes franquistas. Cuando
bajaban a Olula vieron en el Collado del
Río abandonado el coche del Comité Central, un Fiat Balilla, informando de ello
a los militares franquistas. Esto les hizo presagiar que Cayetano Martínez
Artés (Gobernador Civil y Presidente del Comité Central) y dos más del Comité
estaban emboscados por la zona.
Pronto se inició la operación de búsqueda. Empezaron
peinando la pedanía de Los Chopos (Tahal).
El día 31 de marzo
de 1.939 sobre las cuatro de la madrugada, sale de Olula un grupo de unos 40
regulares marroquíes, al mando de militares españoles y en busca de Cayetano
Martínez. Se dirigen nuevamente a Los Chopos(Tahal) para registrar cortijo a
cortijo.
Alguien dijo que
Cayetano estaba escondido en el Cortijo del Cerrajero (Laroya) y allí se
dirigieron los militares. Les acompañaban como guías Trinidad Martínez González
“don Trino”, médico de Tahal y B.R. de Olula del Río, amén de otros muchos falangistas de Laroya, Tahal,
Macael y de Olula del Río, cuyas iniciales quiero obviar. ¡Hasta parientes alejados
míos! Cuando divisaron el cortijo, B. R. se volvió intuyendo que la intención
de las tropas iba más allá de registrar el cortijo. El ánimo de venganza y
revancha flotaba en el ambiente. Se mascaba sed de destrucción y muerte.
Con los primeros
rayos del alba, las tropas tomaron
posiciones y rodearon el cortijo. El Teniente J. Ruiz tocó a la puerta
diciendo:
“-Abran la puerta
a las tropas de Franco-”
La familia que dormía tranquilamente con el silencio de la
sierra, se despertaron sobresaltados con aquellos fuertes y repetidos golpes
sobre la puerta.
Juan Martínez
estaba casi sordo, no oía bien. El militar insistió:
“-Abran la puerta
a las tropas de Franco-”
Juan, al fin, se
asomó por una ventana y al ver a aquella gente tan rara, preso del pánico no se
le ocurrió otra cosa que disparar al aire por la ventana dos tiros de escopeta
para ver si se asustaban y se iban.
Los militares
abrieron fuego con una ametralladora “alfa del calibre 7,92” deshaciendo la
puerta en astillas, tirando a continuación una bomba de mano sobre la entrada.
Mientras los otros militares disparaban hacia todas las ventanas, los moros
asaltaron el cortijo, ante el griterío y el horror de aquella familia. Todos
fueron obligados a salir a la calle. Nada quedó por registrar; sacaron los
mulos, el ganado de ovejas y cabras. Cayetano no apareció por parte alguna.
La emprendieron entonces con Juan Martínez. Los moros le
golpeaban brutalmente; culatazos de fusil, patadas, golpes, insultos,….la
jauría no cesaba. Todo en presencia de su mujer y sus hijos. También estaba
presente Don Trino, médico de Tahal, que no había ido allí precisamente para curar.
Presenció el macabro espectáculo y aquella espeluznante escena.
Juan, mientras estaba siendo machacado, le decía al médico
que era al único que conocía de toda aquella gente:
“-Don Trino,
¡sálveme usted!, don Trino, por caridad se lo pido, que me matan-”
El médico, que
dos días antes había dejado de ser republicano, no dijo nada, tampoco nada hizo
para salvar aquel hombre de una muerte segura ya que le estaban matando; solo
callar y mirar. Juan Martínez fue machacado a golpes hasta la muerte en
presencia del médico, de su mujer y de sus hijos. Lo enterraron más abajo del
cortijo con un montón de piedras. Los mandos militares pensaron que era mejor
desenterrarlo. Entonces con una soga fue atado a un mulo de los suyos y llevado
arrastrando por todos aquellos cortijos para aterrorizar y advertir a los demás
cortijeros lo que les podía pasar si no cooperaban con ellos y amparaban
republicanos en sus moradas. Acercaron el mulo hasta la carretera y con una
nueva y más consistente cuerda ataron el cadáver a un camión arrastrándole por
Macael y Olula para seguir aterrorizando a la población y para que esta
colaborara con ellos. Una vez en Olula, Juan fue colgado por los pies en un
árbol de la Plaza del Ayuntamiento y hay quien asegura que le decapitaron y que
los moros usaron la cabeza como balón de fútbol. Así permaneció un par de días.
Sus familiares no saben que hicieron después con el cuerpo de Juan y a día de
hoy desconocen su paradero. Otros autores
(Eusebio Rodriguez Padilla y Juan Torreblanca Martínez), afirman que “después
de tres días, -los falangistas-encargaron a dos hijos de rojos J.G.M. y T.T.,
que lo enterraran en el Cementerio
Viejo”. El resto de miembros de la familia fueron maltratados de manera
brutal e inhumana según testimonio del sacerdote F.S. Esta buena familia quedó
destrozada y traumatizada desde aquella fatídica noche-madrugada del día 31 de
marzo de 1.939.
P.D. Que en paz descanse Juan Martínez. Su actual familia
creo que ha perdonado aquellas atrocidades que nunca debieron ocurrir.
Base Documental:
“Memorias de Malos Tiempos” de Rafael Cid Ruiz.
Internet en el
Buscador Google.
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