Autor: D. Francisco
Jiménez Casquet. Q.E.D.
En una víspera de
San Sebastián o San Ildefonso, se producía la procesión de las carretillas. Las
irreverencias al Santo, con los saltos y bailes de los portadores de la imagen,
eran tan exageradas que proporcionaban la risa y el sarcasmo de todos los
acompañantes.
Después de saltar
varias hogueras encendidas entre la Iglesia y el comienzo de la Cuesta del Tío
Tobías, estaba situada otra lumbre sobre la rampa formada en su parte alta
izquierda, según la marcha, y una casa con alzado solo de planta baja y con
cubierta de terrado, situada en la parte derecha. En aquella época muchas casas
carecían de tejado y la cubierta se formaba con capas de una tierra impermeable
de color gris azulado que denominábamos “terrados” y que también eran
utilizados en casas con cubierta de teja para formar el techo de las
dependencias destinadas a cuadras y servicios.
En Olula esa tierra
impermeable se conocía con el nombre de
“tierra arroya”, cuyo nombre no viene en el diccionario, sin que sepa
cual sea su exacta denominación en la nomenclatura mineral pero que al fin y al
cabo creo que es igual a lo que vulgarmente se conoce con el nombre de greda.
Para identificar esta tierra impermeable usada como cubierta en los terrados
nos basta señalar que tal producto se encuentra exteriorizado en una amplia
zona del Cerro de la Fuente situado en la margen derecha del Río Almanzora
frente al lindero Sur del pueblo de
Olula y cuya prolongación hacia el Poniente termina en la célebre “Piedra Ver
de Olula” que es signo característico del entorno y que completa el paraje que
se divisa desde las alturas de Cuesta Blanca con fondo en blanqueada Sierra de
las Canteras de Macael, cuya Piedra es un símbolo inequívoco de aquel lugar que
ahora, según nuestras noticias, ha sido destacado con una original iluminación
cuya instalación y gasto ha costeado el ayuntamiento de Olula, con la
colaboración de la Consejería de Turismo de la Junta de Andalucía.
Volvemos a nuestro
relato sobre la Procesión de “Las Carretillas” que dejamos cuando llegaron al
lugar descrito antes de enfrentarnos a la casa del Tío Tobías. Los portadores
de la imagen de San Ildefonso la posaron en el suelo para esperar a que las
llamas permitieran saltar la hoguera sin riesgo para los que portaban las
andas. Mientras tanto, los portadores de la imagen se dedicaban a beber y a
bailar con tanta intensidad que ya iniciaban un andar “haciendo eses”, presagio
de la borrachera en que estaba sumida la mayor parte de la concurrencia.
En el momento
cumbre, los santeros agarraron las andas portadoras de la imagen. Y tomando
carrera, entre denso humo y no menos vivas y relucientes llamas, cruzaron la hoguera con un vertiginoso salto para
evitar quemaduras.
Siguieron corriendo
cuesta abajo, como era la costumbre, hasta que fueron detenidos por alarmantes
voces de los acompañantes que decían:
-“!!! Que se ha
caído el santo ¡!! -“!! Que no va
sobre las andas ¡!!
Supieron, pensando
con lógica, que al saltar la lumbre la tuerca que unía la peana a las
andas se había aflojado como
consecuencia de los saltos, lo que propició que la imagen se deslizara en el
momento de cruzar la hoguera, cuyo intenso humo impidió la visión del Santo.
Presurosos volvieron hacia la lumbre y con los
propios palos o tizones de la hoguera que aún no se habían terminado de
consumir y los grandes garrotes de que muchos eran portadores, empezaron a
buscar la imagen entre las llamas.
¡Todo fue
inútil! ¡Allí no estaba! Ni tampoco en
todos los contornos que procuraban iluminar con los residuos de ramas aún
encendidas, porque ni existía el alumbrado público, ni aún se habían inventado
las linternas. La búsqueda se hacía inútil.
En tal momento
alguien, preso de miedo, lanzó un agudo grito diciendo:
-“!Milagro! “!Milagro!-
El pánico se
generalizó tal vez porque, no tranquilas sus conciencias, pensaban que el Santo
había desaparecido de manera sobrenatural, pata librarse de las irreverencias.
No sabían que
hacer. Formados en pandillas seguían buscando infructuosamente.
Pronto cundió la
noticia por el pueblo. Y aquella noche de alegría se convirtió en noche de
tragedia y de malignos presagios por la creencia generalizada de que el milagro
se había producido.
Las andas y la cruz
volvieron a la Iglesia. Sus portadores pusieron buen cuidado en no despertar al
señor Cura, para impedir sus reproches.
Muchos, o casi
todos los sabedores del hecho, no durmieron en toda la noche.
Pero, con las primeras
luces del día, llegó la noticia de lo realmente sucedido:
Efectivamente: la
tuerca que unía las andas con la peana de la imagen, debía estar floja. Y al
saltar la hoguera también saltó la imagen, que a la mañana siguiente fue
encontrada sobre el terrado de la casa contigua, mirando al cielo, esta vez,
seguramente pidiendo a Dios que el suceso sirviera de lección, para conseguir
que, al menos, se mitigaran las irreverencias. Lo que aseguró que, si acaso,
sólo se conseguiría por el periodo en que vivieran los que fueron protagonistas
del suceso, pues pasados los años, fui testigo de que durante la Procesión de
“Las Carretillas” se seguían haciendo con la imagen de San Ildefonso las mismas
perrerías que se han descrito al relatar la historia que antecede.
Del libro “La vida de
Olula del Río en los años 20” de …
….. D. Francisco
Jiménez Casquet, abogado nacido en Olula del Río (Noviembre de 1.913), en la Plaza de los
Bancos, y muerto en Granada el año…?
Dedicado a todas las personas que gustan de “tan singular”
fiesta.
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