TRANSCRIPCIÓN DE: Juan Sánchez
Apareció este apasionante deporte (entonces solo para
hombres), a través de los estudiantes cuando disfrutaban de vacaciones allá por
el año 1.924-1.925. A un balón de cuero
se le daban feroces patadas con el riesgo evidente de cargarse los cristales de
las casas colindantes, incluso los del propio Ayuntamiento.
Por justas
reivindicaciones de los vecinos afectados, pronto hubo que trasladar su
práctica fuera de la localidad; lo que entonces era el extrarradio,
concretamente al paraje denominado “Las Eras”. Era un campo de tierra y estaba
situado concretamente al terminar el Barrio de la Loma, entre la acequia y el
camino de Huitar, donde hoy, poco más o menos está levantado el Colegio Antonio
Relaño, camino de la Venta donde se cogían las diligencias con dirección a Baza
hacia el Poniente o para ir a Albox en dirección Levante.
Nuestro primer
campo carecía de cerca que lo limitase. Todo el mundo podía ver gratis el
espectáculo y a fe de nuestros antepasados, pronto hizo las delicias de chicos
y grandes. La chiquillería lo practicaba en cualquier calle o plaza con
improvisadas pelotas de trapo y con porterías señaladas con dos gruesas
piedras, formando dos bandos que, sin orden ni concierto, se dedicaban a dar
patadas a diestra y siniestra.
El equipo titular
de la localidad pronto atrajo el interés del vecindario que acudía a animar a
los suyos especialmente cuando venía algún equipo visitante de la comarca.
Haremos referencia de jugadores destacados de esta época: el portero Paco
Acosta que era el indiscutible portero titular por méritos propios; también
hemos de referirnos a Paco García por su habilidad como delantero centro y la
dureza de la defensa formada por Daniel Acosta y Paco “El Redondo”.
Lo cierto es que las contiendas, que se
disputaban los domingos, frente a otros equipos de pueblos cercanos, atrajeron
el interés y la presencia de nutrido público, que acudía a alentar al equipo
local. Consiguió rotundos y constantes éxitos frente a sus rivales,
principalmente contra los de Purchena.
El equipamiento,
siempre igual, estaba formada por pantalón negro hasta la rodilla, camiseta
blanca ribeteada, calcetas al uso de la época y el calzado más apropiado que se
podía encontrar para estos menesteres.
Las porterías,
aunque con marco de madera, estaban desprovistas de red, por lo que muchas
veces, para contabilizar un gol, había que acudir al testimonio del público
situado detrás de ellas.
Ocurrió lo que
tenía que ocurrir. Se jugaba un partido en contra del Purchena. El público
local cantó ¡¡GOL!! (que no se había producido, porque salió rozando el poste).
Un destacado seguidor del Purchena para burlarse de la
afición local, se colocó el dedo pulgar de la mano en la nariz desplegando el
resto de los dedos a modo de trompeta. Tal fue la indignación y la furia de la
concurrencia que para evitar el apaleamiento corrió a todo correr donde tenía
su mulo y dando un salto tipo Oeste americano desapareció como una centella en
dirección de Purchena.
Bien es verdad que
las decisiones habían de ser tomadas por un árbitro; casi siempre, don Joaquín
Vilar, contable de profesión y residente en Olula, gran amigo de las
actividades de la juventud, ya en él pasada. Su fama de hombre formal y justo,
avalaba confianza e imparcialidad. Su arbitraje siempre era aceptado por los
equipos rivales.
No había
retribuciones económicas de ninguna clase. La ilusión y el orgullo de defender
los colores locales hacía que los jugadores pusieran todo su esfuerzo y entrega
para vencer al rival. Ellos se pagaban la equipación, los desplazamientos
cuando jugaban fuera, la compra de balones y la gaseosa de bolilla que
consumían en el descanso para refrescarse.
Quede, pues,
constancia de que la juventud de Olula del Río inició en aquella época la práctica
del deporte rey. Entonces se estaba extendiendo por España. Contaba ya con
equipos punteros: Atletic de Bilbao, el Español de Barcelona y el Real Madrid.
Ya había nombres tan destacados como Ricardo Zamora, Monjardín, Alcántara y los
hermanos Regueiro.
Los locales, no
sólo dieron a nuestros convecinos días de gloria por sus felices actuaciones,
si no que también proporcionaron a nuestro pueblo el medio de entretener los
días de fiesta, procurando llevar lo más alto posible el nombre deportivo de
Olula entre los pueblos de la Comarca.
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