OLULA DEL RÍO
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• LOS FANTASMAS.
• Estampa Social de Olula del Río “Años 20”
• Don Francisco Jiménez Casquet.
• Don Francisco Jiménez Casquet.
Esta historia estaba encaminada a divertirnos a costa de uno de nuestros propios compañeros de “pandilla”. Por su singular figura-pronunciada obesidad-, sus discretos modales y su marcado retraimiento, rara vez se incorporaba a los actos que proyectábamos para entretener las horas libres con ruidosa algazara, propia, sin duda, de la alegría que caracteriza a los años mozos.
El lugar escogido fue la carretera, cuando en sus márgenes no existía ninguna casa desde la Venta hasta “La Cuesta del Cartero”, lugar ya próximo a la terminación de la recta donde se inicia el ascenso para subir a Macael, en dirección Sur, y continúa su trazado hacia Fines, en dirección Este. Aproximadamente a la altura del hoy “Barrio Santiago”, dejando a la derecha la fábrica de “Laborda” para seguir en línea recta varios cientos de metros del entonces completo despoblado, hasta llegar a una sola casa, habitada por un tal “Santiago”, de cuyo nombre tomó su originaria denominación el mencionado “Barrio”, razón que motiva la celebración de sus fiestas el 25 de Julio, festividad del Apóstol.
La carretera y sus inmediaciones estaban totalmente despobladas. Sólo servía de paso esporádico de algún vehículo a motor y de paseo de los jóvenes en los días festivos. Existía en el centro de la recta, al coincidir con el camino que iba al cementerio, un sifón para transportar el agua de la acequia de Huitar a la margen opuesta, construido con obra sólida de piedra labrada en su cara externa que servía de asiento para quiénes no querían manchar sus humildes trapos domingueros posando en los terrizos bordes de la descrita vía. Hago referencia expresa al sifón, próximo al cementerio, porque este fue el lugar escogido para el desarrollo del relato.
La trama consistía en atraer al joven antes mencionado y que debía de ser victima de la pesada broma, para que en unión de los cómplices, se trasladaran a la carretera en una señalada noche de luna, con el fin de sentarlo en el sifón de la margen derecha-según se desciende-, en una posición desde la cual se diera cara a las tapias del cementerio, donde esperaban tres de los componentes de la “pandilla” envueltos en sábanas blancas, para simular que eran posibles fantasmas surgidos de las almas del otro mundo.
Costó trabajo y esfuerzos traer al protagonista hasta el descrito sifón. Una vez allí y como estaba pactado, iniciamos unos cantos- señal acordada para que los fantasmas supieran que ya estábamos allí. Ah!, por el camino se añadió un nuevo joven al que no le habíamos advertido de lo que iba a suceder.
El resultado fue el previsto. Los cantos ininterrumpieron el silencio de aquella noche de verano. Y como por arte del diablo, saltaron las tapias del cementerio tres “fantasmas”, envueltos en sábanas blancas, dando grotescos saltos que llamaron la atención de las víctimas y de sus cómplices. Se inició una veloz carrera hacia la “Cuesta del Cartero”, seguidos de los fantasmas lo que contribuía a duplicar el miedo. La veloz carrera es un largo trecho de carretera para continuar por la inclinada cuesta, lo que hacía casi interminable la penosa subida. Uno de los cómplices, al ver tan fatigado al pobre y gordo joven, le ayudó a empujones a subir la cuesta. El agradecido protagonista ya a salvo, exclamó dirigiéndose a su salvador con los brazos abiertos:
-¡Paco García, te debo la vida!-
-¡Paco García, te debo la vida!-
Situados todos a salvo en lo que hoy es el Banco Popular, discutíamos manteniendo la complicidad, si sería prudente volver a averiguar si lo que habían visto era real o algún montaje de alguien que con tal “hazaña” pretendiera encubrir enredos amorosos.
La misma inocente víctima continúo su intervención para relatar el extraño detalle de la huída diciendo:
-Como será de miserable “Pepe Herrero” que cuando huíamos de los fantasmas a toda prisa y en plena cuesta se ha parado a recoger unas “perras” (monedas) que se le han caído-.
Desconocía que el mencionado Pepe Herrero gozaba de la impunidad que le correspondía por ser uno de los organizadores de la pesada broma.
Mientras deliberábamos si volver o no a las proximidades del cementerio, a los fantasmas les dio tiempo de ir a sus casas y deshacerse de las sábanas para trasladarse a la “Plaza de Los Bancos” donde debíamos encontrarnos los grupos de víctimas y actores para comunicarse lo sucedido, con promesa de guardar secreto, promesa que no fue cumplida, pues pronto se divulgó y comentó el hecho, lo que sirvió para que, una vez más, nuestro “joven gordo” protagonizara un suceso que sirvió para divertir a los jóvenes, adultos y viejos que conocieron la verdad de lo sucedido.
Seguro que te gusta Ansel.
Juan Sánchez 2.014
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