OLULA DEL RÍO
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• SERÓN: Muerte de Don Luis de Quijada en lucha contra el Infiel.
• Duro golpe emocional a Don Juan de Austria por la muerte de su ayo.
• Excelsas Honras fúnebres en Baza.
• Patrimonio Histórico que los políticos dejan abandonado a su suerte hasta su desaparición; una vez más.
En Serón, pueblo del Río, que sufrió más las desavenencias entre árabes y cristianos, aún quedan restos mudos que nos hablan de una reconquista dura y sangrienta. Algunas señales de aquel tiempo se resisten a morir aunque estén condenadas a muerte por la desidia y abandono de los políticos de turno más ocupados en otras tareas menos nobles que conservar nuestro patrimonio histórico artístico.
Es en este pueblo donde Don Juan de Austria (hijo del emperador Carlos I, fruto de una relación extramatrimonial con Bárbar Blumberg), en persona mandó construir un monumento, para señalar donde cayó herido de muerte su secretario, padre adoptivo, amigo y consejero Don Luis de Quijada.
Fue el día 19 de Febrero de 1.570 en un ataque desordenado de los cristianos sobre la Villa mora. Don Luis de Quijada recibió cierta pedrada en el hombro con tal brutalidad que siendo trasladado inmediatamente a un convento de Caniles para ser socorrido murió unos días después (día 25 del mismo mes).
Del convento de Caniles, aún con vida, fue trasladado a Baza, sin obtener buen resultado. Murió pocos días después como queda dicho, causando a Su Alteza gran dolor, como si hubiera perdido a su propio padre. El único consuelo que le quedaba en aquella desgracia era hacer al difunto solemnísimas obsequias y un enterramiento digno de un buen general y militar esclarecido; para lo cual el Señor Don Juan mandó que todos los capitanes, mostrando gran tristeza, salieran con sus compañías y llevaran los atambores destemplados y los pífanos tocando dolorosamente. Que los alféreces llevasen las banderas tendidas y arrastrando por el suelo, y los soldados con los arcabuces al revés de cómo suelen llevar. De esta suerte fueron pasando por su orden los tres tercios del ejército. El de Nápoles que era de Don Pedro de Padilla; el de Antonio Moreno, y el de Don Lope de Figueroa. Iba detrás de toda la infantería Don García Manrique con la caballería, los estandartes arrastrando, y tocando las trompetas sonatas lúgubres, de tal modo que cuantos oían aquella música sentían en su alma una profunda tristeza y prorrumpían en llanto. En la retaguardia de la caballería llevaban el ilustre cuerpo de Don Luis Quijada, dentro de un ataúd cubierto de paños negros, y le acompañaba inmediatamente Don Juan con muchos caballeros principales, duques, condes, marqueses y señores de estado, todos vestidos de luto.
El cortejo llegó a San Jerónimo. Allí fue sepultado el noble caballero con tanta honra y grandeza como si fuera un rey; teniéndolo muy bien merecido, tanto por haberse hallado sirviendo al Emperador en todas las guerras de Flandes, Francia e Italia, como por haber sido ayo de un príncipe tan excelso como el señor Don Juan de Austria.
El alma de Don Luis subiría al cielo con el oloroso incienso que se quemó en los altares de San Jerónimo, porque siempre había empleado la vida en pelear contra enemigos de nuestra santa fe, y por último murió batallando con ellos como soldado valeroso.
Hechas las funeralas obsequias con tanta solemnidad, de orden de Su Alteza se puso sobre el sepulcro en un mármol blanco y pulimentado, de Macael este epitafio:
Cortó la dura parca
el hilo de la vida
a aquel que en vida y muerte siguió a Marte.
Y al hijo del monarca
de fama más crecida,
le fue adoptivo padre en toda parte.
Sintió el segundo Marte,
hijo de aquel famoso
Don Carlos, dolor fuerte,
de su querido ayo, piadoso
Quijada, que ya el suelo
el cuerpo cubre, y el alma goza el cielo.
el hilo de la vida
a aquel que en vida y muerte siguió a Marte.
Y al hijo del monarca
de fama más crecida,
le fue adoptivo padre en toda parte.
Sintió el segundo Marte,
hijo de aquel famoso
Don Carlos, dolor fuerte,
de su querido ayo, piadoso
Quijada, que ya el suelo
el cuerpo cubre, y el alma goza el cielo.
La mujer del buen Quijada, que era del linaje de los Ulloas, se halló en este trance tan doloroso, y haciendo grandes lamentos fue muy confortada del señor Don Juan, ofreciéndose Su Alteza a mirarla en adelante y respetarla como a su misma madre.
¡Va por ti Antonio FerSA!
Juan Sánchez 2.014
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