Olula del Río
• Escenas costumbristas de los años “20”.
• “Los pozos ciegos”.
• Entresacado de un artículo de Fernando Navarro García.
• “Los pozos ciegos”.
• Entresacado de un artículo de Fernando Navarro García.
La Historia nos dice cómo era Andalucía a principios del Siglo XX. Hay que esforzarse mucho para imaginar ese pequeño pueblecito almeriense próximo al desierto de Tabernas. Hoy Olula del Río es una próspera población, famosa por sus fábricas y talleres de mármol blanco de las canteras de Macael.
La retrospectiva, según mi abuelo que vivió muchos años en el lugar y yo visité alguna vez, me hace recordar que allá por los años sesenta-setenta siendo niño, recuerdo haber visto a mujeres vestidas enteramente de negro a juego con el pañuelo del mismo color en la cabeza. Un cántaro de agua apoyado en la cadera y calles insalubres por donde discurrían toda clase de detritus. En los años “20” Olula era lo más parecido al Rift, con curas en vez de imanes y oligocrácias familiares en vez de “harkas”.
Mi relato, ya digo, contado por mi abuelo, trata de los “pozos negros años 20”.
El problema de esos ingenios era que tenían una capacidad limitada y cuando la familia era muy numerosa o muy cagona, se llenaban rápidamente. Era el terrible momento en que el “pater familiaes” veía aflorar el horrible limo parduzco sobre el pavimento de la letrina. Su avance era lento pero implacable. Las moscas solían ser el comité de recepción y si la invasión era en verano (¡y en Almería!) la cosa podía llegar a mayores, incluida epidemia de cólera.
La tarea de limpiar miles de defecaciones acumuladas en un “pozo negro” no era nada sencilla y, además implicaba riesgos laborales importantes. Los gases acumulados en el pequeño depósito y liberados bruscamente al abrirlo para su limpieza habían acabado con la vida de muchos limpiadores. No era ninguna tontería realizar este trabajo aunque no estuviese demasiado bien pagado.
Un día llegó a Olula del Río un hijo del pueblo que había pasado muchos años en Madrid estudiando Ingeniería según él. Ufano y henchido como un pavo real llegó al pueblo y una de las primeras cosas que hizo fue comprar una de las casas más dignas del lugar que antes había pertenecido a otra familia.
El asunto de las heces le hizo preocupar pues justamente no se apercibió a la compra de que “el pozo negro” casi rebosaba. No era digno ni lógico que todo un Ingeniero de Minas heredara las cacas depositadas por otros culos en su letrina.
Con premura buscó a alguna de las personas que se dedicaban en el pueblo a estos menesteres para negociar el trato de la limpieza. Lo primero que hizo el limpiador fue realizar una rápida inspección ocular del horroroso depósito. Parecía bastante ancho y profundo, así que el hombre tendría que bregar lo suyo. Tras un tiempo de reflexión dijo al Ingeniero que la cosa no era fácil y que tendría que darle 10 pesetas una vez finalizada la labor. El Ingeniero, que no pecaba de espléndido se echó las manos a la cabeza. -¡Pero, mire usted, como Ingeniero de Minas que soy, aquí no hay ni 10 metros cúbicos de detritus…! Y continuaba el cinismo del Ingeniero, -…además, como INGENIERO de MINAS que soy, puedo asegurarle que los honorarios para esas tareas de limpieza no pueden ser superiores a las 2 pesetas, y eso siendo muy generoso! ¡Nunca en mi vida de Ingeniero de Minas había recibido una propuesta tan descabellada!
El limpiador había estado escuchando entre abrumado y taciturno el discurso de su interlocutor y respondió rápidamente: -¡Mire usted, yo no soy Ingeniero de Minas pero si no me paga 10 pesetas la mierda la va a limpiar usted!!
Ni que decir tiene que el “Ingeniero de Minas” tuvo que aceptar el trato. No pudo engañar a nuestro humilde trabajador amparándose en su título universitario.
Juan Sánchez 2.014
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