OLULA DEL RÍO
• Día 4 y 5 de Enero de 1.569.
• Don Luis Fajardo de la Cueva, Segundo Marqués de los Vélez, organiza un gran ejército en Olula del Río (3.000 infantes y 300 caballos).
• Quiere reprimir la Rebelión morisca de las Alpujarras capitaneada por Aben Humeya antes de que llegue a Filabres y Almanzora.
• La vípera de Reyes del año 1.569 parte de Olula hacia Tabernas dispuesto a atravesar el murallón de los Filabres. El temporal de frío y nieve le hizo perder bastantes hombres.
• Acampa en las proximidades de Tabernas y espera 6 u 8 días a que le llegue la Orden Real para poder atacar al enemigo de las Alpujarras, Aben Humeya.
• En su ausencia del Almanzora y de los Filabres, los moriscos de estas tierras no osaron levantarse en guerra por el miedo y terror que tenían a Don Luis Fajardo. Es más, se cuenta que las moras en Berbería cuando querían asustar a sus hijos decían:
“Guala el Faxardo”.
¿QUIÉN ERA ESTE HOMBRE TAN TEMIDO?
De su aspecto-era hombre de gran talla y robustez-dice Cascales que “era terrible, por ser de naturaleza belicosa, membrudo y corpulento y de rostro feroz, que mirando ponía terror, y ayudaba a esto ser costumbre suya salir armado de todas las piezas en forma y figura del mismo Marte”.
Cano y Ureta añade unas pinceladas más, “…cuya gallardía fue tal-dice-que los no muy aficionados quieren que toque en arrogancia; cuyas fuerzas de ánimo y cuerpo fueron tales que muchas de la fábulas de Homero y ficciones de los Orlando se vieron verdades en él. Excedía el vigor de su brazo el de muchos hombres juntos y el de sus muslos detenía y reventaba a veces el más feroz caballo en el mayor ímpetu de la carrera.
Pérez de Hita, que le sirvió, nos ha dejado este retrato: “Era hombre muy gentil, de recios y doblados miembros, tenía doce palmos de alto, tres de espalda y otros tres de pecho, fornido de brazos y piernas, la pantorrilla gruesa y bien hecha al modo de su talle, el vacio de la pierna delgado, de tal manera, que jamás pudo gastar bota de cordobán justa, si no fuese de gamito de Flandes; calzaba trece y más puntos de pie, y era tan bien trabado, rehecho y doble, que se echaba de ver su altura; el color moreno, cetrino, los ojos grandes rasgados, lo blanco de ellos con algunas fibras de sangre, de espantable aspecto; usaba la barba crecida y peinada y alcanzaba grandísimas fuerzas; cuando miraba enojado, parece que le saliera fuego de los ojos…Era grande hombre a caballo; usaba siempre brida y parecía en la silla un peñasco firme; cada vez que montaba hacía al caballo temblar y orinar…Tenía de espaldas más hermoso ver que por delante y cuando salía a pie en compañía de otros, sobresalía entre todos. Entre mil hombres que se hallara, semejaba ser el señor de todos ellos por la gravedad de su persona y ahidalgado talle…La lanza que llevaba era tal que un criado suyo haría arto en llevarla al hombro, y el marqués la manejaba como si fuera un junco delgado”.
Marmollo describe, tal como se presentó para combatir a Aben Humeya en Válor: “ Armado de unas armas negras de la color del acero y una celada en la cabeza llena de plumajes, ceñida con una banda roja, y una gruesa lanza en la mano, mas recia que larga: el caballo era de color bayo encubierto a la bastarda, con muchas plumas encima de la testa, el cual iba moviéndose con tanta furia, lozaneándose y mordiendo el freno con los dientes, que señoreando aquellos campos presentaba bien la pompa y ferocidad del capitán general que llevaba encima”.
Su semblanza moral nos la relata Hurtado de Mendoza:
“Era el marqués tenido por diligente y animoso…El General, hombre entrado en edad (había cumplido los 60 cuando Hurtado escribe esto), y por esto más en cólera, mostrado a ser respetado y aún temido, cualquier cosa le ofendía”.
Pérez de Hita hace una pintura más completa y detallada. “Era súpito, valiente, determinado, enemigo de mentiras; trataba bien a los criados, especialmente a aquellos que lo merecían; por poca ocasión tenía a un hombre preso veinte años, dándole allí de comer; cuando se enojaba, denostaba a los suyos tratándoles mal de palabra, pero después de quitado el enojo, le pesaba de lo que les había dicho y les pedía perdón, diciendo que no era más en su mano y que la cólera la hacía perder los límites de la razón…Era muy sabio y discreto, extremado en burlas y veras…Era gran señor y valeroso”.
Completa el boceto la descripción de las costumbres que nos hace el mismo Pérez de Hita:
“Era larguísimo gastador y tenía cuatro despensas de gran espendió, una en Vélez Blanco, otra en Vélez Rubio, otra en Cuevas de Almanzora y la última en Alhama de Murcia. Acostumbrado a tal fasto, la factura de la manutención de su persona y servidores durante el tiempo que estuvo en la guerra de los moriscos subió a dos millones de maravedís. “Comía una sola vez al día y aquella comida era tal que bastaría a satisfacer a cuatro hombres por hambre que tuviesen; en la comida no bebía mas que una vez, mas aquella buena, de agua y vino muy templado y esto al acabar”.
“Negociaba de noche y así se iba a dormir cuando los otros se levantaban; andaba siempre con su capa cobijada a las espaldas, espada y daga ceñidas, y esto era también de noche…Oía Misa a la 1 y a las 12, de forma que los capellanes no le podían sufrir”. “Por el día se preocupaba principalmente de tirar al blanco, ora con escopeta, ora con ballesta, y en cuerpo gentil si era verano, siempre sin gorra, y sí invierno, con su sombrero de monte muy despunteado. Era gran justador y tornante; desembarazaba con gran fuerza una caña, de manera que si daba en la adarga, la aportillaba. Fue amigo de toda caza. Cuando había de ir al monte, aguardaba a que hiciese mal tiempo, como que nevase, lloviese o hiciesen fuertes vientos, y esto por hacer a sus gente robustas como él era. Su vestido de monte era pardo y verde y morado; las botas que calzaba habían de ser blancas y abiertas.
Autor: J. A. Tapia Garrido.
Obra: Almería Hombre a Hombre.
Juan Sánchez 2.014
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