OLULA DEL RÍO
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• NUESTROS ESCRITORES/AS.
• ARACELI SOBRINO MARTÍNEZ.
• La Cañada “CIUDAD UNIVERSITARIA”
Es para mí un honor traer a este facebook y a mi blogs el nombre de Araceli Sobrino Martínez porque aunque no hayamos sido coetáneos en el tiempo, hemos compartido el mismo espacio geográfico de niñez. Ella como yo hemos vivido no en Laroya (pueblo), somos cortijeros. Ella del paraje de la Fuente del Saz (donde los fuegos de 1.945) y yo del Reul Bajo, como media legua más abajo. Ambos hemos bebido el agua cristalina y limpia de la Sierra de Los Filabres; ambos nos hemos sorprendido muchas mañanas de invierno cuando al abrir la ventana del dormitorio la nieve había cambiado el paisaje rutinario aunque bellísimo por otro mágico que te hacía cosquillas en el alma. Hemos comido el pan hecho con nuestra propia harina y en nuestro propio horno, sin química alguna que lo contagiara. Como hemos disfrutado en el estío dándonos chapuzones en balsas o en el arroyo que bajaba tintineante de lo más alto de la Sierra. Nuestras madres preocupadas porque apenas si sabíamos nadar y lo hacíamos a hurtadillas. Que sabor de la fruta recién cogida, allí no llegaban por entonces los pesticidas. Veladas de invierno al amor de la chimenea y luz de candil o quinqué donde solían reunirse varios vecinos y cada noche deleitarnos con un capítulo de novelas de postguerra como Ana Bolena, Juan León, Las Mil y Una Noches,Simbad El Marino, Viaje al Centro de la Tierra,…
Por cierto, yo soy Juan León. Juan por mis dos abuelos, paterno y materno; León? Sí, querían que me pareciera al héroe de la novela homónima. ¡Qué equivocación! Nací dócil, enfermucho, asustadizo y nada parecido a lo que esperaban de mí. Yo era un Juan León diferente al de la novela. Debí defraudar a todos pero naturaleza manda. Siempre tomé Calcigenol porque tenía carencia de calcio e inyecciones de aceite, no se para que. Mi profesor de Literatura en Bachiller era el encargado de pincharme ese aceite aprovechando el recreo. Me citaba en su despacho en torno a una mesa redonda y cuando me frotaba con algodón empapado en alcohol el glúteo donde pinchar yo corría alrededor de la mesa huyendo de la banderilla a lo que él un poco enfadado decía -“a este niño le equivocaron el nombre. No le veo nada de león”-
Volviendo a los Filabres, patria común de la niñez de Araceli y mía quiero destacar la fantasía que muchas noches especialmente de verano sentía. Todo oscuro. Todo silencioso. Dormir en un “catre” relleno de farfolla (Hojas de las mazorcas de maíz) y almohada de lana de nuestras propias ovejas. A la luz del candil la fantasía infantil se desbordaba cuando estando en la cama decúbito supino, las sombras que generaba el candil muchas veces tintineantes por alguna corriente de aire hacían imaginar en mi mente de niño lugares, paisajes, formas indefinidas pero fantásticas bajo un techo urdido de cañas enlazadas, rústicos maderos, barro y encalado de yeso o cal. La siega, la trilla, la recogida de frutos, acompañar al abuelo a la almazara para hacer el aceite, vigilar que la cabra no entrase en propiedades ajenas, recoger los huevos, ayudar a la abuela a pelar el conejo, ir a la fuente por un botijo de agua fresca, quitar la farfolla a las mazorcas de maíz, clasificar las patatas por tamaños dejando las más pequeñas para alimentar a los animales, estorbar y estar en medio cuando se hacía la matanza, bajar al pueblo por San Ramón y admirar el mundo mágico de Francisca con su quincalla de cosas “maravillosas”, comer un trozo de turrón o una media naranja de la arquilla de los Cantorianos, presenciar las batallas de moros y cristianos desde el Altillo, los cohetes de la procesión del Santo que nos espantaban a todos los serranos de mi edad, encontrarse con primos y amigos del pueblo que estando tan próximos sólo veías una vez al año…La escuela, que había que desplazarse diariamente hacia las aldeas más importantes.
Yo subía y bajaba dos veces al Reul Alto, mañana y tarde. Sólo nos separaba un Kilómetro. Araceli tenía más cerca de su cortijo la escuela de Estella y supongo que fue allí donde aprendió las primeras letras.
Personalizo todo lo narrado y lo hago extensible, al menos así lo pienso, a la niñez de Araceli pues ambos vivimos la infancia más feliz que se pueda vivir en la Sierra de los Filabres. Curiosidad que olvidaba: también nos poníamos enfermos especialmente yo. Entonces el abuelo, porque mi padre por esa época era emigrante, como digo, el abuelo montaba en su burra o mula e iba al vecino pueblo de Tahal a buscar a Don Liberto, para mí que era castellano por sus “eses” y que estaba desterrado en Tahal por su condición de republicano. Era todo un amor con los niños enfermos, cariñoso, dicharachero y se movía por toda la Sierra para ver a sus enfermos a lomos de un caballo del que yo estaba enamorado: siempre limpio, bien enjaezado y altivo.¡ Qué crines tan largas! Don Liberto estaba siempre preparado para salir a cualquier hora y atender a sus enfermos de los Filabres especialmente si revestían gravedad. Le recuerdo con mucho cariño y afecto. Eso era un médico,
Bien pues en este marco geográfico hemos pasado la niñez Araceli y Juan León (aforismo). Por ello nuestra delicada sensibilidad hacia la naturaleza y querer reflejar vivencias que los niños de hoy aún viviendo en el campo nunca tendrán porque nuestra niñez fue única, era otro tiempo, eran otras gentes, era otra filosofía, era felicidad,…era distinto. Para mí, cualquier tiempo pasado fue mejor. Para Araceli??
Hablemos pues de Araceli que al fin y al cabo es la protagonista de esta crónica. Nació en Laroya en 1.962. Doce años después que yo por lo que en su vida serrana y en la mía puede haber pequeñas diferencias aunque el margen de edad no habría cambiado mucho las cosas en el terruño.
Posiblemente ella abandonó los Filabres siendo más pequeña que yo, pero ya llevaba impreso en su carácter el espíritu de unas gentes nobles, trabajadoras y amantes de su naturaleza y de su tierra. Olula del Río fue su siguiente destino. Aquí completó su infancia y adolescencia pero en 1.984 se establece en El Ejido donde permanece hasta el día de hoy. Allí desarrolla su formación y una dilatada actividad profesional. Se forma en Marketing y Publicidad. Colabora en diversos medios de comunicación locales. En 1.994 funda la Agencia “Tricolor” para diseño y gestión publicitaria ejerciendo como Directora durante 8 años. Pero lleva el gusanillo de la literatura dormido hasta que en 2.007 decide despertarlo.
No puede seguir reprimiendo su vocación literaria. Se forma humanísticamente en la facultad de Filología y estudia Lengua y Literatura. Una vez formada sigue viviendo en Almerimar y dedicada en cuerpo y alma a jugar con las palabras escritas.
“La seda de Candelaire” es su primera novela.
El contenido tiene como referencia geográfica el Medio Almanzora, especialmente Purchena y Olula del Río. La trama versa sobre la época morisca. Esta novela, la primera que edita, ha calado hondo por su originalidad, la temática y la forma de expresión de una novel literata de la que no se esperaba apuntara tan alto en su primera narración. Ya está a la venta la segunda parte titulada “La otra orilla” que complementa y resuelve la trama de la primera.
Sólo me resta como paisana y de haber compartido espacios de niñez comunes, desearte toda la suerte del mundo. Ya tengo tus dos novelas ¡faltaría más!
Juan Sánchez 2.014