OLULA DEL RÍO
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• VIDA DE BOABDIL EN PURCHENA.
• EXILIO A AFRICA.

El desventurado Boabdil acompañado de su madre, esposa e hijos se retiró al Val (valle) de Purchena. Los Reyes Católicos le habían concedido un valle corto, pero fértil, con señorío y rentas de varios pueblos. 

Acompañaron a su retiro el visir Jusef Aben Comisa y Jusef Tanegas. Boabdil no podía sentirse contento con tanto bien, sólo recordaba las grandezas pasadas. Hubiera podido al fin disfrutar de días serenos. No era así. Viviendo en un valle delicioso y en el seno de su familia, rodeado de vasallos obedientes, y de leales amigos, hubiera podido volver atrás la vista , y contemplar su pasada carrera como quien recuerda un confuso y espantoso sueño. Debería bendecir el cielo por haber despertado en el goce de tan tranquila seguridad. El visir Aben Comisa, para complacer a su infeliz amo, concertó con el Rey Católico la venta de las posesiones de Boabdil. Sin la aprobación ni consentimiento de este, la efectuó por la cantidad de ochenta mil ducados de oro. Aben Comixa, cargó el dinero en acémilas y partió de vuelta alegre a Purchena. Llegando a presencia de Boabdil, le puso delante el oro, diciendo: “Señor vuestra hacienda traigo vendida; ved aquí el precio de ella. He querido apartaros del peligro en que vivís, permaneciendo en esta tierra. Los moros son una gente veleidosa y temeraria. Con el pretexto de serviros, intentarán cosas que nos traerán la ruina a todos nosotros y pondrán en riesgo hasta vuestra propia vida. He notado también la tristeza que os consume en este país, donde todo os recuerda que fuisteis Rey y que jamás podréis volver a serlo. Vamos, señor, al África. Con este dinero compraremos allí mejor hacienda. Viviremos con más honor y más seguridad”

Al oír estas palabras montó en cólera Boabdil de tal grado que sacó su cimitarra, y si no le quitaran tan presto de delante a su oficioso visir, lo sacrificara en el acto por la rabia que le dominaba. Pero Boabdil no era vengativo; aquella llamarada de ira se apagó muy pronto, y viendo que el mal no tenía remedio, juntó sus tesoros y efectos preciosos, y partió con su familia y criados para el puerto de mar más próximo donde le esperaba un navío bien pertrechado por orden del rey cristiano.

Cuando llegó al puerto acudieron muchos de sus vasallos para verle antes de partir. Embarcose Boabdil. Desplegadas al viento las velas del navío, ya libre de amarras quisieron hacerle una despedida afectuosa para mostrar el interés que tomaban por su suerte. En ese momento vino a su memoria el apellido ominoso de su juventud: “Adiós, Boabdil- dijeron, “Alá te guarde, Al-Zugabi” (desdichado). Esta denominación se imprimió en su corazón y al expatriado Monarca de nuevo se le humedecieron los ojos mientras en lontananza quedaba su reino amado y perdido.


Juan Sánchez 2.014