viernes, 17 de octubre de 2014

"Don Juan Gallego" PARROCO DE OLULA AÑOS 20

                                                      OLULA DEL RÍO
                                                          Comarca


• El párroco D. Juan Gallego.

• Años 20.

• Anécdotas.

Don Juan Gallego Mirón fue párroco de Olula durante largo tiempo. Regordete, bajito, simpático y sencillo. Tocado con su negra y vieja sotana tirando a parda; cuajada de lamparones y zurcidos, que a la vez denotaban su sencilla humildad y daban idea de su no extremada higiene personal. Se hizo querer y conocía la vida y milagros de todos los parroquianos. La concurrencia a misa era masiva especialmente la Misa Primera de los días festivos que se iniciaba antes de amanecer y a la que asistían normalmente los hombres del campo, habitantes de los cortijos de Huitar, Agua Amarga y el Prado.

En cierta ocasión, pasaba junto a la casa de un feligrés en cuya puerta amasaba cal para iniciar una obra en su vivienda. Poca destreza debía tener en la ejecución de aquel trabajo, cuando el señor cura se plantó ante él diciendo:

-Usted será un buen cristiano, pero no sabe amasar cal- 

Y remangándose la sotana, cogió la pala. Y, ante los sorprendidos ojos del vecindario que presenciaba la escena, se puso a trabajar en aquel cometido, mostrando singular destreza.


En pleno invierno vio pasar por la puerta de su casa a una devota que, en cumplimiento de una promesa, se dirigía descalza a la Iglesia para asistir a la novena de San Sebastian.

Alarmado por el riesgo que para tan estimada persona suponía ir descalza en aquellos crudos días de invierno, la detuvo para hacerle la consiguiente pregunta:

-¿A dónde vas descalza?-

-A la novena -le contestó- para cumplir una promesa.

Ni un solo momento tardó en responderle:

-Pasa a mi casa para que inmediatamente te faciliten calzado, pues como sigas así vas a coger una pulmonía que ni el mismo San Sebastian te va a poder librar de ella-

Era gracioso y ocurrente. En cierta ocasión que las señoras de la Cofradía del Sagrado Corazón, para gratificar sus sermones y liturgias a través de la novena del titular de la Hermandad, le enviaron como regalo unas libras de chocolate, se las devolvió a la portadora, diciéndole:
-Dile a las señoras si me pueden cambiar el obsequio por otro que no tenga relación co las recién paridas-


En otra ocasión que se realizaban obras de reparación del templo, cuando los burros que portaban en serones el yeso para la obra estaban en la calle para ser descargados y comenzó a llover. Y el arriero no encontró otro medio de evitar la mojadura y consiguiente pérdida de la mercancía, que abrir el cancel y entrar con los cargados animales en la Iglesia, para protegerlos de la lluvia.

Don Juan que estaba situado en el interior del templo, quedó sorprendido de aquella inesperada entrada en lugar sagrado y, a grandes voces, recriminaba al arriero diciendo:
-¿Qué estás haciendo, desgraciado?-

Pero bien pronto comprobó que si los animales volvían a la calle el yeso se inutilizaba, por lo que rectificó enseguida diciéndole:

-¡Sigue hacia adentro!¡Al fin y al cabo, éstos no van a ser los primeros burros que entren en la Iglesia!
En actos solemnes y en todos aquellos en que se exteriorizaba el fervor religioso de los creyentes, Don Juan Gallego ponía la sal y pimienta en la oratoria sagrada que desde el púlpito o el sillón que situaba junto a las escaleras del Altar Mayor, dirigía a sus feligreses para enfervorizarles, haciéndoles seguir paso a paso el camino de Jesús recorrido durante su vida mortal.



Juan Sánchez 2.014

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