martes, 2 de junio de 2015

"NUESTRO BOSQUE PERDIDO"

OLULA DEL RÍO
Comarca

“FILABRES”
El bosque destruido.



La cobertura vegetal de nuestra Sierra de los Filabres, otrora frondosa, húmeda y boscosa ha sufrido con el tiempo un cambio sustancial. Estamos equivocados cuando la aridez climática que padecemos se debe a la escasez de precipitaciones que habría limitado el desarrollo forestal inicial. No hay indicios racionales que apoyen como causa de la actual aridez el hipotético cambio climático.
Durante los últimos milenios no han existido grandes transformaciones climáticas y con la suficiente capacidad para alterar radicalmente nuestro tapiz vegetal. La conclusión de razonados estudios al respecto, infieren en que “el hombre” ha sido el factor y agente responsable de esta transmutación.
Nuestros antiguos bosques constituían unos ecosistemas tremendamente frágiles, cuya capacidad de crecimiento y recuperación era muy inferior en comparación con la España húmeda. El aprovechamiento abusivo, masivo, e incontrolado de nuestros recursos arbóreos ha provocado la degradación y la destrucción de la mayor parte de estos recursos.
Nuestra comarca permaneció prácticamente despoblada hasta la colonización árabe. Fueron ellos quienes desarrollaron sofisticadas técnicas de regadío y sistemas de aterrazamiento, creando una agricultura intensiva de bajo impacto, casi de subsistencia, teniendo los cultivos de secano y los aprovechamientos ganaderos una importancia secundaria.
Expulsados los moriscos a finales del Siglo XVI se incrementaron notablemente las roturaciones del terreno destruyendo para ello las masas forestales. A esto se unió un crecimiento sin precedentes de la cabaña ganadera.
Desde el Siglo XVI hasta mediados del Siglo XVIII, la superficie cultivada en la Sierra de los Filabres se incrementó en un 118% y la población creció en un 500%, generándose una escalada progresiva en el aprovechamiento de los recursos forestales con fines domésticos y comerciales, contribuyendo a la asolación del territorio.
En el Siglo XIX, la población se duplicó en el interior de la provincia. A la explotación maderera en esta centuria hubo que sumarle la recolección masiva del esparto con destino a factorías de celulosa en Inglaterra, que devastó aún más la maltrecha piel de nuestros montes filabreños.
El cereal y la vid, continuó su expansión hasta alcanzar las cumbres serranas, esquilmando los últimos restos del bosque autóctono. Y la guinda la puso la explotación del hierro. Se consumieron ingentes cantidades de madera para alimentar los hornos de fundición concentrados en los yacimientos de Serón y Bacares, explotados ya por los árabes y clausurados en 1.968.
Pascual Madoz hace referencia a dicho periodo en estos términos:
“…esta jurisdicción (Bayarque) contaba, antes de la guerra de la Independencia con más de 200.000 encinas, con cuyo fruto se alimentaban de 4 a 5.000 cabezas de ganado lanar y cabrío y 160 cerdos; pero en el día no llegan a 1.000 las primeras, por haber sido destruido el arbolado (decía Madoz), y continúa, “tanto por la falta de éste como por lo desnuda que se haya la Sierra de los Filabres que contenía en la misma época 25 millones de árboles”…”La Sierra de los Filabres estuvo antes muy poblada de carrascas y pinos maderables, principalmente en la jurisdicción de Laroya y Macael, pero ha decaído notablemente la plantación por haberse roturado casi en su mayor parte…”
Para finalizar, merece la pena citar una frase del libro de Martínez Oña, titulado “Mis rutas por los Filabres” (1.975): “Son sugerencias íntimas, que la imaginación dibuja para tanta gente sufrida, nómada y emigrante, por falta de una explotación racional de los recursos de esta sierra matriz de Almería”.



Juan Sánchez-JUNIO-2.015

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