domingo, 22 de marzo de 2015

"... Y EN TÍJOLA ARRANCA LA SAGA DOMINGUÍN"

                                                         OLULA DEL RÍO
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                                          DOMINGO GONZÁLEZ LUCAS

“Dominguín” (1.920-1.975)
Fuente: Internet.
Tragedias por año 1.975- “Los toros dan y quitan”
http://loqueyotediga.net/files/CapituloVI.htm

Decía A.B.C. de Sevilla el 22 de noviembre de 1.975 que, “En Guayaquil Ecuador, se pegó un tiro en la cabeza Domingo (Dominguín), un gran señor del mundo de los toros, todo un intelectual, seguramente el torero con más amor por la cultura que ha existido después de Ignacio Sánchez Mejías”.
El brillante editorial del diario “El Almería” de 13 de julio de 2.008 en la pluma de Benjamín H. Montanari, titulaba: “Los Dominguín, sangre almeriense”, donde refiere que la bellísima pelotari gitana, natural de Tíjola, Gracia Lucas Lorente, casó con un torero de nombre Domingo González apodado “Dominguín”. De ellos nacieron cinco hijos, “Los González Lucas”. A los varones les pusieron el nombre de: Domingo, Pepe y Luis Miguel, estirpe de la saga Dominguín. Antonio Ordóñez se casó con Carmen Dominguín, hermana de los tres toreros, siendo Domingo el apoderado de su cuñado. Domingo murió en el año 1.975 en Guayaquil, en Ecuador.
Dicen que por las relaciones con una periodista colombiana que le forzó a tirarse un tiro en el corazón. Otros más cercanos refieren que lo mataron por su relación con la ex-mujer del gobernador del Valle del Cauca. –Nadie se pega dos tiros en el pecho-. Así se las juegan por allá.
En la hemeroteca del 30 de junio de 2.007 el Diario Tribuna de Salamanca en editorial de Paco Cañavero, refiere sobre la llegada de Domingo “Dominguín” al Ecuador, donde se instaló en la finca ganadera de Santa Mónica, al lado de Cayambe, la hermosa ciudad que es la tierra de las flores, la música y la nieve, donde permaneció como eficaz mayoral e improvisado picador de muchos toreros españoles cuando actuaban en Ecuador o Cayambe. Había transcurrido una década desde que emigró, cuando un genial taurino español se fue a vivir allí. Se trataba de Domingo Dominguín (hermano de Luis Miguel y suegro de Curro Vázquez) cuando rompió con todo y se marchó a esa tierra donde fundó la ganadería de “Aracataca” y llevó como hombre de confianza, con todos los poderes, al salmantino Manolo Cerezo. Poco años duró la relación entre Cerezo y Domingo “Dominguín”, pues un día que toreaba su yerno Curro Vázquez, en Cayambe, Manolo acompañó a Curro como hombre de confianza dejando a su suegro en el hotel, con la disculpa que enseguida iría para allá, pero nunca llegó a la plaza y al regresar de la corrida, Curro y Cerezo, desazonados, encontraron el cuerpo de Domingo “Dominguín”, que se había pegado un tiro en la cabeza.
Refiere don Rafael Gómez Lozano haber leído que Domingo González Lucas “Dominguín” nace en Madrid, España el 10 de junio de 1.920.
El guionista y director de cine Joaquín Jordá cuenta:
“La historia de los Dominguín da para varios libros. Tres hermanos, a cual más distinto. Tres críos toledanos que comienzan a torear en la primera posguerra, en los años más duros. Una cuadrilla de niños toreros explotados por su padre, padre y patrón, hasta que se independizan.” Yo fui amigo íntimo de Domingo, el mayor. Domingo era comunista y Luis Miguel era un asiduo de El Pardo y las cacerías de Franco, pero respaldaba a su hermano en todo, porque estaba fascinado por él. Domingo decía que entró en el Partido Comunista por las injusticias que había vivido de pequeño y por el recuerdo de la Guerra Civil. Y por excentricidad, y por ganas de llevar la contraria. En una entrevista en “Dígame” le preguntaron por sus santos de cabecera y dijo: “San Marx, San Lenin y San Stalin”. 
Luis Miguel tenía audiencia directa con Carrero Blanco, que más de una vez le hizo alguna advertencia sobre Domingo. En una cacería, Franco preguntó: “Dígame, Dominguín, ¿quién es el comunista de los tres?”. Y Luis Miguel le contestó: “Los tres, mi general, los tres”. Tras su ruptura con el partido, Domingo acabó en Suramérica, pasando armas para la guerrilla venezolana. Hubo una delación y se suicidó, entre otras cosas, para que no le pillaran. En cuanto a Pepe, nunca llegó a ser un mito público, como Luis Miguel, ni un mito secreto, como Domingo. Estaba muy enamorado de su mujer, la actriz María Rosa Salgado, y siempre se mantuvo en segundo plano, centrado en su vida familiar. “Como torero, Domingo era castellano en el peor sentido de la palabra: un estoqueador certero y directo, sin vuelos. Pepe era un buen banderillero, y Luis Miguel era un completo, pero al principio tuvo que pechar con la hostilidad de los aficionados, que le acusaban de haber llevado a la muerte a Manolete en aquel famoso mano a mano que acabó con su cogida: el torero joven, descollante, enfrentado al torero mayor, al que le fallaban las fuerzas. Otro mito clásico, ¿no? Y también, probablemente, una exageración. Pero desde principios de siglo, los toros en España habían sido un mundo de enfrentamientos acérrimos, de estar con uno o con otro: una cadena que enfrentaba a Joselito con Belmonte, a Manolete con Arruza, a Dominguín con Manolete, y, a finales de lo cincuenta, a Ordóñez con Dominguín en aquel “verano peligroso” que relató Hemingway. Historias españolas. Españolísimas”.
Pere Portabella: “El mundo de los Dominguín era absolutamente violento. Era un clan, un clan con sentimiento de tribu. Había un vínculo fortísimo entre los tres hermanos: Domingo, Luis Miguel y Pepe. El vínculo de la lucha por la vida, de la supervivencia. Poco a poco fueron contándome cosas de su infancia y adolescencia. Cosas terribles, escalofriantes. Venían de la pobreza más absoluta y fueron explotados por su padre, el viejo Dominguín, que era un torero mediocre y descubrió que en sus hijos tenía un filón. Pero nadie podía faltar a su padre en su presencia. Ni nadie de la familia. Eran ellos contra el mundo. Parecían italianos de película. Más que eso: personajes de western. Yo me los imaginaba perfectamente entre los pioneros americanos, mitad héroes mitad canallas, capaces de llevarse por delante lo que hiciera falta para defender aquel territorio que les había costado tanto conquistar. “Un día estaba yo con el trío en la Cervecería Alemana, su sede. La madre, la señora Gracia, un personaje que daría para un libro entero, vivía muy cerca de allí. Estábamos sentados en una mesa Domingo, Luis Miguel, Pepe y yo. Un gesto casi imperceptible. Acaban de entrar en la cervecería los tres Lozano. El clan de los Lozano. Era una familia rival, de toreros y empresarios. Domingo también era empresario y había una lucha muy fuerte por el control de las plazas de toros. Él tenía tres plazas: la de Vistalegre, la de Cuenca y la de Pontevedra. “Luis Miguel hace ese gesto y Pepe se levanta y va hacia ellos. Pepe era el más fuerte de los tres, una bestia. Fue directo hacia el jefe de los Lozano y sin mediar palabra le dio un puñetazo que, literalmente, le rompió la cara. Le partió la mandíbula, lo dejó tirado en el suelo. No era un puñetazo de advertencia. Era un puñetazo para dar fin a algo. Un puñetazo definitivo. La gente comenzó a gritar, hubo el consabido alboroto. Los otros dos Lozano recogieron al caído y, sin decir nada, se retiraron. Yo me quedé helado. Le pregunté a Luis Miguel. “Nada, no te preocupes, asuntos nuestros. Cosas del toro”. Volvió Pepe y siguieron hablando y bebiendo como si nada hubiera pasado. Asunto zanjado, fuera lo que fuera.
“Yo he conocido a muchas personas en mi vida. Unos cuantos valientes y muchísimos cobardes, pero los Dominguín era otro palo. Estaban más allá de la valentía. No tenían miedo a nada ni a nadie porque no sabían lo que era el miedo. Desde pequeños habían ido a por todas, y en algún momento debieron decidir, si es que eso se decide, que a ellos no iba a toserle nadie. Se encaraban con quien hiciera falta. Cualquiera hubiera podido pensar que era pura chulería, puro machismo. No. En una pelea se ve inmediatamente quien es el chulo. El chulo es el que se pavonea, el que amenaza, el que habla demasiado. Ellos no hablaban. Entraban por derecho. “Otra vez estábamos en un bar y alguien empezó a hablar mal de Luis Miguel sin darse cuenta de que Domingo y yo estábamos al lado, en la barra. Domingo fue hacia aquel tipo y le bastó con mirarle. No le amenazó, simplemente se encaró con él. No he vuelto a ver una mirada como aquella en toda mi vida. Y el otro, que era un gigante y podía haberle matado, se deshizo en excusas y arrió velas. “Había un fatalismo muy español detrás de todo aquello. Domingo se suicidó y no la extraño a nadie, a nadie que le conociera. Hablaba del suicidio con absoluta normalidad. “A partir de cierta edad hay que quitarse de en medio”, decía. Y así lo hizo. Cuando consideró que su vida estaba acabada, que ya no valía la pena vivirla, se pegó un tiro.
“Quizá Luis Miguel podía parecer el más chulo de los tres. Era el más guapo, el más triunfador, el que había llegado más lejos. Pero también iba más allá de la chulería. Cuando decía que era el número uno, cuando lo proclamaba levantando el dedo en las corridas, era un convencimiento absoluto. Era la constatación de un hecho, y punto… Y todo había empezado con nuestra paisana de Tíjola, Gracia Lucas Lorente.



Juan Sánchez-MARZO-2.015

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