OLULA DEL RÍO
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                   MACAEL: IV – “Una Forma De Vivir”

• El clientelismo político.
• José A. González Alcantud.
• Anthropos Editorial-1.997

                                  “CURANDERISMO”
A medio camino entre las técnicas psicológicas de la sugestión y las terapias curativas de la medicina natural tenemos que situar el curanderismo.
Andalucía Oriental es una tierra muy fértil para esta modalidad de “medicina popular”, habiendo llegado a convertirse en un auténtico fenómeno de masas.
La primera fase hasta llegar al curanderismo propiamente dicho estaba constituida por los remedios caseros, basados en la utilización de hierbas muy conocidas como el cantueso, el tomillo, el rabogato, la zarzaparrilla, etc. Tras esto las sangrías del barbero completaban las elementales medidas de curación.
Entre los curanderos de ayer y de hoy se da una cierta gradación sostenida por la fama de sus “milagros”. Por lo general mantienen dos especialidades importantes: “rezar” o ahuyentar el “mal de ojo”. 
El contacto con una curandera de Macael nos llevó a unas conclusiones lapidarias: psicológicamente su personalidad giraba entre la neurosis, la egolatría y la hiperactividad. La primera afirmación de esta curandera consistió en distanciarse de las brujas: “No señor, yo no soy bruja. Lo que tengo es un poder que Dios me ha dado; no lo he aprendido de nadie, ni en mi familia había alguna persona con el mismo poder”. Alardea de sus buenas relaciones con los médicos, hasta el punto de insinuar que han ido a pedirle ayuda en algunas ocasiones.
Paradójicamente la primera recomendación de la curandera a los enfermos es que deben abandonar los medicamentos y el tratamiento del médico.
El arquetipo de la curandera de ayer y de hoy quedó reflejado en la siguiente conversación:
“Las medicinas no son buenas porque envenenan más que purifican. El tratamiento que yo mando depende de la enfermedad. A la “carne cortá” le “rezo”. No hace falta que vengan las personas, sólo un pelo o una prenda suya, y antes de que vengan ya están curándose. La “bicha” (herpe- zoster) también la trato, y la hepatitis y la intoxicación. Para la intoxicación receto quitar el chocolate, el alcohol, la carne y el pescado. 
La albahaca es muy buena para la tensión. A estudiantes que querían aprobar un examen también les he ayudado yo. ¡Uh…! ¿Del mal de ojo? 
Eso es por lo que más vienen. Les “rezo” y se curan; lo que no les digo a las familias es quien les metió el mal de ojo, porque entonces ¡imagínese usted! Hasta hace poco les decía el día y la hora en que le metieron a la criatura el mal de ojo, y claro ellos empezaban a calcular…Ya no lo hago tampoco. Aquí han venido con un mal de ojo que me han dejado secas las macetas; después de irse ha habido que tirar hasta la tierra. Algunas personas tienen un mal de ojo tan fuerte que les rompe el hígado a la gente y en ocasiones hasta quiebran las losas…
Si usted me tiene odio yo tengo una fuerza en la sangre que con sólo mirarlo vuelvo el odio contra usted.
Los cuartos o quintos hermanos tienen una “gracia”, normalmente una cruz en el cielo de la boca, que cura el mal de ojo.
También bendigo el agua, la corriente del grifo, que es buena contra los accidentes.
¿Problemas de nervios? Muchos y cada vez más; ¿no ve usted que el mundo está loco y vamos a acabar “acarbonizaos”; se lo digo yo”.
Este poder sobrehumano que se le atribuye a la curandera es empleado por extensión a los animales enfermos. Como se observa el curanderismo emplea diferentes técnicas, que van desde el herbolario tradicional, de comprobada efectividad médica, hasta cierta magia “simpática” -véanse los “rezos” contra la “carne cortá” y el mal de ojo-, pasando por terapias psicológicas, que poco tienen que envidiarle a las de los profesionales de la psicología. El curanderismo representa para quien lo practica a fondo la marginalidad, ligada a la personalidad neurótica del oficiante; sobre su propia liminalidad social la curandera a la que hacemos mención decía:
“Las mujeres de este pueblo murmuran mucho, pero luego vienen a pedirme cosas. Vienen a menudo personas que han hablado mal y les digo: “Tú has hablado mal, pero como Aquel perdonó yo te perdono, yo te voy a atender”
A mi marido y a mí no nos gustan los bares ni el hogar del pensionista tampoco”. He aquí la fuerza de su curanderismo: la liminalidad social. Esta permite una visión de la conflictualidad social excéntrica y poco tabuada por parte de los curanderos. De hecho, el marido de la curandera nos dio varias claves importantísimas a lo largo de la investigación; su percepción de los acontecimientos ligados al pleito de las canteras, que vivió cuando niño, era nítida.




Juan Sánchez-MARZO-2.015