OLULA DEL RÍO
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            “SANTO CRISTO DEL BOSQUE DE BACARES"

                                     “Icono de Fe”

                     DE  MEDIO-ALTO ALMANZORA

Hablar de Bacares en septiembre, es hablar de Cristo. Un Cristo que algo tendrá de “milagroso” cuando cada 14 de septiembre reúne en su templo y alrededores entre 25.000 y 30.000 personas. Llegan sobre todo por antiguos caminos de piedra y veredas y evocan mi memoria infantil en la Sierra de Laroya (Reul-Bajo), cuando mis abuelos cada madrugada del 13 al 14 de septiembre a eso de las 3 de la madrugada con la mochila pertrecha de viandas y la mula enjaezada para el evento, iniciaban un peregrinaje que les llevaba atravesando la Sierra de los Filabres desde las estribaciones de los Filabres de Laroya hasta la “mágica fiesta del Cristo de Bacares”.
Siempre les pedía, la víspera, que me dejasen acompañarles. Nunca me negaron que fuese con ellos pero es verdad que jamás conseguí mi propósito.
Mis 5 ó 6 años, llenos de fantasía infantil, eran fáciles de convencer:
-Le decimos que le llevamos y se queda tan contento- decía el abuelo.
-A esas horas de la madrugada donde mejor está el chiquillo es en la cama- aseveraba la abuela. -Le traemos cualquier juguetillo, cualquier golosina, un dulce de Cantoria, la estampica o el Crucifijo bendecido…¡ya sabes que es fácil de conformar!- Y así año tras año.
Cuando me levantaba, por la mañana, decepción de sentirme engañado por los abuelos a quienes tanto quería. Jamás mi mente infantil podía comprender que me jugaran esa pasada. Tras las lágrimas o aún con ellas en los ojos el consuelo de mi madre:
-¡Hijo, eres muy pequeño! ¡Los abuelos te quieren tanto como yo!...Pero ese pueblo está muy lejos, hay que andar de noche, los caminos son pedregosos y muy estrechos...te daría frío. Seguro que te cansarías y que después de unas horas de camino te vencería el sueño. En la mula va la abuela y ha de agarrarse bien a la albarda para no caerse. Si te lleva tomado a ti, puede perder el equilibrio e iríais al suelo los dos. ¡Puede pasaros cualquier cosa! Ya irás con ellos cuando seas un poco más grande! Juan quedaba convencido y triste con las palabras de su madre y deseando ser “grande” para poder ir a Bacares.
¡Que día tan largo, el más largo del año!. Me asomaba cada media hora, o menos, para mirar desde la era de pizarra gris de “trillar la mies” y escudriñar con la vista el lejano camino por donde habían de volver “los abuelos”. Una, otra,… veinte o treinta veces. Y el camino que se perdía entre montañas, no daba señales de vida. Luego, cuando menos lo esperaba ¡¡sorpresa!! llegaban a la puerta del cortijo y yo no los había visto venir. ¡Que decepción… pero a la vez,…que alegría, ¡ya habían vuelto!.
Ahora esperar impacientemente a que desliaran su pequeño ato e hicieran feliz al que esto escribe. Nunca les pedía nada en particular y ellos siempre acertaban con cualquier cosilla que me traían. Mi madre celebraba que sus padres, ya mayores, volvieran sanos y salvos. También esperábamos los “peros de Bacares” (variedad de manzana, de un rojo especial y sabrosísima). No se parecía al sabor de nuestras manzanas ya de por si buenas y exquisitas.
Tanto es así que se excedían en la compra de esta fruta que guardaban en la “troj” del trigo o la cebada, algunas veces también de centeno. Allí se mantenían más tiempo frescas y disponíamos de la sabrosa fruta durante algún tiempo. Recuerdo que en las cámaras donde se guardaba el grano también había naranjas, melones, membrillos, castañas, bellotas dulces (casi todas son amargas). Colgados del techo manojos de unos tomates de invierno, pequeñitos y verdes que iban madurando a la vez que avanzaba el frío invierno filabreño de los años 60 del pasado siglo. Yo quedaba impresionado y anonadado desde mi escasa altitud viendo allí arriba, muy arriba, la variedad de colorido según el grado de maduración que cada uno de ellos iba adquiriendo: había verdes-verdes, verdes-amarillentos, amarillos, anaranjados, rojizos…y todos allí arriba donde yo no podía llegar, tocarlos y jugar.
En fin, era un niño feliz; más feliz cuando subía al mundo de las cámaras. Era mi mundo mágico. Alguna vez caí dentro de alguna “troj”. Si el grano-cereal estaba ya hondo de haberse consumido en harina de pan cocer o en alimentar al ganado los días que la nieve no les dejaba salir del redil. Caía de cabeza al estirarme en exceso con el fin de coger alguna naranja, níspola u otra fruta. Yo me precipitaba dentro de manera involuntaria pero no tenía miedo a hacerme daño. El grano amortizaba mi caída. Para salir si tenía que llorar para que me oyeran y vinieran a sacarme. El llanto era un recurso, una escusa, para evitar una regañina pues yo tenía prohibido subir sólo a aquellas habitaciones mágicas. Me encontraba agusto dentro de la “troj” revuelto con el cereal y con frutas variadas alrededor. Había también colgadas “ganchas de uvas” que con el tiempo perdían humedad y color, se arrugaban en extremo hasta convertirse en “pasas”. Todo lo colgado del techo, en los maderos era un mundo infinitamente alto para poder llegar a ello. Níspolas, que no nísperos; “servas” de unos árboles que sólo se daban en las latitudes más altas de la sierra, toda clase de almendras: malagueñas, marconas, mollares; nueces, granás, higos secos, avellanas…y las columnas de maíz que bajaban del techo de las cámaras hasta el suelo y mi abuelo me regañaba cuando me sorprendía abrazado y balanceándome en alguno de esos monstruos de maíz-.
¡Podía desprenderse aquel montón de mazorcas y dejarme debajo enterrado!-decía.
Bueno, creo que empecé contando lo de Bacares y a ello vuelvo. Ayer reviví un poco parte de la historia contada. Si, ayer fui a Bacares a ver el “Cristo” que mis abuelos mientras pudieron ir, visitaron todos los 14 de septiembre y le bajaban a, este, su nieto trocitos de ilusión de aquel pueblo alto, mágico y lejano donde iban cada año; ¡hasta iban andando descalzas muchas personas mayores conocidas! Y yo no entendía nada. Sólo intuía que se trataba de algo muy importante para todos ellos.
Pues como dejo dicho, ayer lo vi. Y me emocioné. Allí estaba delante de mí. Sentía vibrar sensaciones que ya habían sentido antes miles y miles de personas. Mis abuelos, mis padres, mis remotos antepasados. Toda mi familia en mi memoria.
Aquella humilde imagen centenaria era testigo de las más grandes penas y alegrías, de toda nuestra tierra, de toda nuestra comarca, por extensión, de toda la provincia y allende el resto de España. Pedir soluciones extremas, dar gracias por favores recibidos que no están al alcance de lo humano. Allí ha estado siempre esperándonos a todos para ayudarnos en las flaquezas humanas, para darnos fuerza ante la adversidad, para decirnos que hay algo más que este mundo, hoy podrido y corrupto. Más necesitado que nunca de un rearme moral y de poner orden y justicia social ante tanta injusticia. Le miraba. Yo abajo, Él arriba en su “camarín” y recordaba cuando en las cámaras del cortijo del Reul Bajo yo era pequeño, pequeño. Así me volví a sentír ayer delante de Él. Esperaba un reproche merecido por tardar tantos años en conocerte personalmente. Pero en tu rostro no intuí reproche alguno, más bien, una mueca de agrado al recordar que cuando yo era pequeño, pequeño mis abuelos me engañaban todos los años cuando quería subir con ellos a tu fiesta con ellos y jamás lo hicieron argumentando piadosas menterijillas. ¿No me vas a reprochar que haya tardado tanto tiempo en venir a conocerte? Tienes razón, he estado muy ocupado con obligaciones laborales, con criar y educar a mis hijas, la vida… pero también sabes que en estos mis muchos años he disfrutado de vacaciones y de tiempo libre donde Tu no has entrado y no porque no quisieras ¡yo no te he dejado entrar en mi vida! Me he limitado a recordarte cada noche dando un beso a una estampita tuya que tengo en la mesita de noche. Ya se que no basta, los humanos tenemos tiempo para todo menos para lo importante y para mi, eres importante ¡y lo sabes! No acudo hoy para reivindicarte algo, sólo quiero conocerte y pedirte perdón porque no he hecho de Ti el norte de mi vida. Me he quedado lejos y siempre he encontrado una excusa para no comprometerme como hubiera debido y querido. No es que me sienta mayor y acuda buscando un S.O.S. de persona mayor a tu casa, mi salud y la de los míos es muy buena a día de hoy. Otros problemas no son de entidad para venir a hacerte un compromiso. Es que tenía una deuda contigo y a mi edad hay que ir poniendo las cuentas en orden. Te quiero decir que cuando bajaba hoy a casa he sentido como la satisfacción de haber saldado una deuda que poco a poco se iba enquistando en mi conciencia. Satisfecho y tranquilo de haber hecho algo que sabía que tenía que hacer y que nunca encontré el momento. Bajaba ayer feliz, la nieve que aún queda en tus montañas me parecía más blanca, pura y reluciente; los árboles de la carretera más esbeltos y bonitos. Oía el agua del arroyo que besa tus pies y me sabía a música celestial. Ahora y aunque haya pasado tanto tiempo me siento liberado y más feliz. Conste que nunca me sentí desgraciado aunque en mi camino ha habido rosas y espinas ¡como en todos los caminos de los hombres! Pero hoy mi deuda está saldada y mi tranquilidad excede lo conmensurable.
Yo sabía, antes de visitarte algunas cosas tuyas. Sabía que tenías poderes, que ayudabas a las familias a superar sus problemas, que te imploraban salud, que te pedían lluvias cuando el campo se secaba, que el campo diera buenas cosechas o que los animales disfrutaran de buena salud para que aportaran algo a la pobre renta familiar de nuestros campesinos. También sabía que llevabas mucho tiempo haciéndonos compañía desde el cenit de la sierra. Que nos veías y nos guiabas a todos desde esa atalaya que tienes junto al “Cerro Nimas”. La historia escrita me dice que apareciste en la noche del tiempo remoto en un espeso pinar cerca del pueblo y depositado allí por el hermano Ramos. Que elegiste este lugar para quedarte siempre. Dicen que un pastorcillo te encontró allá por el siglo XVI mientras apacentaba el rebaño en un paraje conocido como “El Bosque” por eso se te conoce como “El Cristo del Bosque de Bacares”. Desde entonces lideras iniciativas, reúnes voluntades, expandes tu veneración y nos presentas tu pueblo como un lugar acogedor de peregrinos hacia los que vuelcan toda su hospitalidad y cariño. En la antigüedad no sólo las posadas se llenaban de peregrinos para celebrar tu onomástica, los anales relatan que todas las casas particulares estaban llenas hasta el límite de su capacidad. Sólo pedían la voluntad del peregrino.
Según algunos autores, tu escultura original podría deberse a Alonso Cano, exquisito escultor de nuestro Barroco. Desgraciadamente destruyeron tu imagen durante nuestra Guerra Civil. Sólo pudieron rescatar íntegro tu brazo izquierdo y un artesano de Baza te reconstruyó a imagen y semejanza de cómo eras antes de la contienda. La nueva talla incorpora el brazo izquierdo de la talla original. Sabía que te veneraban en la “Iglesia de Santa María”. De estilo mudéjar. Que tu templo fue construido allá por año1.502 por el “Marqués de Bacares” don Gutierre de Cárdenas y su esposa doña Teresa Enríquez. Que lo quemaron los moriscos en la rebelión de 1.570. Y que los hijos del marqués lo reconstruyeron entre 1.580 y 1.581. Bueno, como puedes ver, al final va a resultar que aún sin conocernos sabíamos bastante el uno del otro. Aprovecho la ocasión para decirte que a partir de hoy prometo visitarte al menos una vez por año, mientras Tú me lo permitas ¡Claro!
Juan Sánchez-MARZO-2.015