jueves, 19 de marzo de 2015

(2) MACAEL: "UNA FORMA DE VIVIR"

                                                         OLULA DEL RÍO
                                                              Comarca


                                                                   (2)
                                                              MACAEL 
                                                 "UNA FORMA DE VIVIR"

• La mujer macaelense. Su lugar social.
• “EL CLIENTELISMO POLÍTICO”
• José A. González Alcantud.

En el periodo de embarazo se encomendaban sobre todo a San Ramón Nonato, patrón a la sazón de Laroya, a cuya fiesta patronal acudían en gran número las gestantes macaelenses. El parto se realizaba en la casa; en él intervenía una partera quién en el preámbulo elaboraba un caldo de gallina para ella misma y para la parturienta, con un animal expresamente criado para la ocasión. 
La crianza el niño podía correr a cargo de la propia madre, que tomaba frecuentemente ponches de huevo, azúcar y vino “para tener leche”; cuando la leche materna era escasa intervenía un “ama de cría” que hacía la función por dinero o por amistad con la familia. Al cabo del año se destetaba al niño suministrándole garbancillos y leche de cabra. Las tareas domésticas, 
particularmente la cocina, centraban la mayor parte de la atención; se amasaba el pan que luego una acarreadora se encargaba de llevar al horno y devolverlo cocido; la tarea de amasar se hacía cada ocho días aproximadamente. Entre las comidas diarias estaban las inevitables migas, que en los malos tiempos se hacían de panizo, y el puchero o cocido, consumido preferentemente en la cena. La perdiz “con gurullos”, especie de fideos hechos a mano, constituía un plato para ocasiones especiales. Una buena parte de la jornada se empleaba en los lavaderos del río, principio y fin del rumor y la noticia, como puede suponerse; la excepción la ponían una vez más las “ricas” que acrecentaban su marginalidad enviando a criadas a lavar en su lugar. Quedaban fuera del circuito del rumor, y difícilmente por ello, podían contrarrestarlo. La limpieza exterior de la casa, manifestada por el blanqueo, daba cuenta del grado de higiene y moralidad de su patrona: “Las marranas -solía decirse- blanqueaban sólo por las fiestas, mientras las limpias lo hacían más a menudo”. Precisamente en fiestas, sobre todo en las de la Virgen del Rosario, era cuando la mujer macaelense podía entrar en los bares y tabernas, acompañada inevitablemente de su marido.
La infancia masculina transcurría desde los nueve años entre la cantera y la escuela nocturna. El resto del tiempo los chiquillos lo pasaban robando frutas, haciendo balsas de agua en los arroyos, y como no peleando a pedradas con los chavales de los pueblos cercanos especialmente con los de Olula del Río. Entre los juegos infantiles se menciona “el caliche” que consistía en lanzar piedras a una fila de cajas de cerillas procurando acercar el tiro lo más posible; “las chapas”; “cara o cruz” con una moneda la perra gorda; “la trompa”; “las bolas o canicas”; “el burro”; “el caballo”; etc. etc.


Juan Sánchez-MARZO-2.015

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