OLULA DEL RÍO
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Olula del Río:
“San Sebastian y San Ildefonso”


SAN SEBASTIAN
Nació en Narbona (Francia) en el año 56 después de Cristo. Fue educado en Milán (Italia). Su vida la dedicó a ser soldado del emperador Maximiano.
Cumplía con la disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios paganos que él consideraba idólatras.
Como cristiano, ejercitaba el apostolado entre sus compañeros, visitando y alentando a otros cristianos encarcelados por causa de su religión.
Acabó por ser descubierto y denunciado al emperador quien lo obligó a escoger entre ser soldado o seguir a Jesucristo.
El Santo escogió seguir a Cristo.
Decepcionado, el emperador le amenazó de muerte, pero Sebastian se mantuvo firme en su fe.
Enfurecido, le condenó a morir asaeteado. Los soldados del emperador lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un poste, y lanzaron sobre él una lluvia de saetas, dándolo por muerto
Sin embargo, sus amigos se acercaron y, al verlo todavía con vida lo llevaron a casa de una noble cristiana llamada Irene. Esta lo mantuvo escondido y le curó las heridas hasta que quedó restablecido.
Sus amigos le aconsejaron que se marchase de Roma, pero Sebastian se negó rotundamente.
Se presentó ante el emperador, quien, desconcertado, ya que le daba por muerto, reprochó enérgicamente su conducta por perseguir a los cristianos.
Maximiano mandó que lo azotaran hasta morir, y los soldados cumplieron esta vez sin errores la misión. Tiraron su cuerpo a un lodazal.
Los cristianos recuperaron su cuerpo y lo enterraron en la Vía Apia, en la célebre catacumba que lleva el nombre de San Sebastian.
Todo esto ocurría en el año 288 después de Cristo.

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SAN ILDEFONSO
San Ildefonso nació en Toledo el 23 de enero del año 606. Estudió en Sevilla custodiado por San Isidoro.
Ya en la vida monástica fue elegido abad de Agalia, población cercana a Toledo.
Más tarde (año 657 D. de C.) ya era arzobispo de Toledo.
Su gran labor fue la de unificar la liturgia en España. Escribió obras muy importantes, particularmente sobre la Virgen María.
San Ildefonso tenía una profunda devoción a la Inmaculada Concepción XII Siglos antes de que se proclamara dogmáticamente.
Una noche de diciembre, él, junto con sus clérigos y algunos otros, fueron a la Iglesia, para cantar himnos en honor de la Virgen María.
Encontraron la capilla brillando con una luz tan deslumbrante, que sintieron temor. Todos huyeron excepto Ildefonso y sus dos diáconos.
Entraron y se acercaron al altar. Ante ellos se encontraba la Virgen María, “La Inmaculada Concepción”, sentada en la silla del Obispo, rodeada de vírgenes que entonaban cantos celestiales.
María hízole señas con la cabeza para que se acercara. Una vez postrado de rodillas nuestro santo patrón, la Virgen fijó sus ojos en él y le dijo:
“Tu eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería”. Habiendo dicho esto, la Virgen misma lo invistió a la vez que le dio instrucciones para usarla solamente en los días festivos en honor de la Inmaculada Concepción.
Esta aparición y la casulla, fueron pruebas tan claras, que el Concilio de Trento ordenó un día de fiesta especial para perpetuar su memoria. El evento aparece documentado en el Acta Sanctorum como “El Descendimiento de la Santísima Virgen y de su Aparición”.


Juan Sánchez-ENERO-2.016