martes, 7 de julio de 2015

MACAEL: "FIESTAS DESAPARECIDAS" "MOROS Y CRISTIANOS"

OLULA DEL RÍO
Comarca

MACAEL: Fiestas Desaparecidas.
“MOROS Y CRISTIANOS”


Abordamos una fiesta desaparecida en Macael, celebrada hasta no hace muchos años, y que aún se realiza en varias localidades de Los Filabres y El Almanzora: nos referimos a los Moros y Cristianos.
Se hacía la fiesta entre el seis y el siete de octubre, coincidiendo con las fiestas de la Virgen del Rosario.
Las que aún subsisten en la Comarca, como Laroya y Sierro, comienzan a finales de agosto; parece, pues, el periodo de final de verano como el más apto para las fiestas de Moros y Cristianos.
Los encargados de organizar esta fiesta en Macael eran los llamados “mayordomos”: La mayoría se heredaba de padres a hijos. Normalmente eran hombres de edad y de respeto. No existió unanimidad entre nuestros informantes para aclarar la hipotética influencia de los “caciques” en la mayordomía: unos consideraban que sí existía y otros que la fiesta era eminentemente popular. Sea como fuere los mayordomos tenían la obligación de recoger dinero para la fiesta durante todo el año; dinero que caso de sobrar era cosido a la bandera para el siguiente año. Se aprecia una determinada estabilidad en la “mayordomía”, al igual que los actores de la fiesta, seguramente por la complejidad de la representación.
El texto de la función se halla perdido actualmente. Extraviado definitivamente o no. Nosotros hubimos de conformarnos con el texto de Laroya, recogido por escrito por el cartero del lugar, aunque según los macaeleros difiere bastante del que fuera el suyo. Los que intervenían en la “relación” -así era denominada la función teatral- debían ser personas de probada memoria. También se les exigía otras cualidades, tal que haber realizado el servicio militar, lo que se exteriorizaba con la utilización de pantalones y gorros militares entre la tropa de la “relación”. El último abanderado, Eduardo Ravera, comentaba que a él le había enseñado un hombre mayor, y que hubo otros que intentaron aprender su papel y que no pudieron, “porque hay que tener cabeza”.
Una servidumbre que recaía sobre abanderado, capitanes y mayordomos era el alojamiento del grupo musical, dos tambores y dos cornetas que venían de Sierro, donde también había y hay moros y cristianos. La víspera subían la Virgen a un cerro de las afueras; allí tenía lugar el primer enfrentamiento entre las escuadras mora y cristiana. Los papeles principales eran los de los dos capitanes, el cristiano que iba a caballo y el moro que iba a pie. Toda la representación estaba acompañada de trabucazos, lo mismo que al día siguiente por la mañana, cuando en la plaza ganaban definitivamente los cristianos, y el capitán de estos tomaba prisionero al capitán moro, que acababa convirtiéndose en cristiano. Antes y durante “la relación” intervenían unos personajes grotescos, “los peloteros”, que hoy subsisten también en Laroya, cuya función era dar un toque cómico a la función, al principio con un papel con texto propio, y cuando este se olvidó repartiendo golpes a los niños que se los devolvían con petardos. Esa agresión ritual festiva es propia de otras muchas fiestas populares y cortejos, como los cabezudos y tarascas del Corpus ibérico y provenzal, y tiene como función la transgresión festiva de la norma corporal cotidiana a través de una agresión prevista, asimilada y ritualizada. Otros papeles de gran relevancia fueron los de los abanderados, uno moro y otro cristiano, cuyo cometido consistía en “jugar” la bandera de cada bando en determinados momentos de la “relación”. El juego de la bandera consistía en agitarla y moverla hacia los cuatro puntos cardinales, mientras uno de los miembros de la escuadra se colocaba frente a ellos con el “pincho”, una suerte de lanza corta.
Los ensayos se realizaban en un relativo secreto desde dos o tres meses antes, haciéndolo cada bando por separado.
Finalizada la representación sus integrantes, “la escuadra” pasaban la gorra entre los asistentes e iban acto seguido a convidarse con vino, aguardiente y garbanzos torraos; ocasionalmente se añadían “arrimaos”. Era la compensación final.
Creemos observar en Macael un progresivo desapego a las tradiciones de origen rural-campesino conforme avanzaba la presencia del mármol, y se transformaba en una localidad eminentemente obrera. Muy distinto es el caso, por ejemplo, de Laroya, pueblecillo agrícola muy aferrado a sus tradiciones. Un simple botón como muestra: en Laroya se recitan unas cuartetas satíricas el Domingo de Resurrección que hacen referencia a los acontecimientos anuales de la población y a sus partícipes; estas cuartetas son bien encajadas por la población. Sin embargo, cuando hace poco se quiso introducir en Macael esta costumbre, el pueblo de Macael respondió de manera agresiva. La estructura socio-moral puesta en cuestión traslucía a las claras las tensiones sociales, más intensas en Macael que en Laroya por lo que hubo que suspenderlas.



Juan Sánchez-JULIO-2.015

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